¿Quién toma las decisiones en una crisis?
El autoengaño, los sesgos cognitivos, la soberbia y la testarudez de quien toma las decisiones a partir de su posición de poder puede convertir una crisis en una hecatombe de consecuencias impensadas.
En aquel momento clave y definitorio, un hombre de 65 años, alcohólico, fumador empedernido, elitista y muy desprestigiado en la clase política por su extremo cinismo, cambió el curso de la historia. ¡Y de qué manera!…
Ese hombre fue Winston Churchill, referente en la política y los negocios cuando se habla de toma de decisiones. De hecho, el concepto de War Room (cuarto de guerra), utilizado por estrategas políticos y empresariales, fue instituido por él durante la Segunda Guerra Mundial, y fue un factor decisivo de la victoria de los Aliados.
La historia de la humanidad está marcada por las decisiones de gobernantes, directivos empresariales y líderes sociales que en un momento clave definieron el rumbo de los acontecimientos y marcaron una época.
La toma de decisiones es la variable más importante durante una crisis, allí germina el fracaso o el éxito. Una decisión puede cambiar la historia, pero ¿de quién es la responsabilidad de la toma de decisiones durante una crisis?
En estos días Joe Biden, presidente de Estados Unidos, está en el ojo del huracán… Fue una decisión que seguramente le llevó meses tomarla. Sin duda es controversial y marcará su presidencia. Después de algún tiempo de centrar su atención en contener la pandemia e impulsar la economía, el presidente Joe Biden anunció el retiro de las tropas estadounidenses de Afganistán, generando la primera gran crisis de política exterior.
Lo que sucede en Afganistán, derivado de la decisión tomada por el presidente Biden, es y será una de las noticias mundiales con mayor cobertura este año. El próximo 11 de septiembre, el mismo día que se cumplen 20 años del destructivo ataque a las Torres Gemelas en Nueva York, el ejército se retira de Afganistán. Es paradójico y perturbador que se haya escogido esa fecha como referente, causa y origen de la confrontación bélica más larga de la historia de Estados Unidos que inició oficialmente el 7 de octubre de 2001.
Joe Biden, tal vez, escogió esa fecha cargada de simbolismos, porque esperaba que su decisión fuera recibida con beneplácito y una muestra de que su administración favorecería la paz y no la guerra. En cambio, los titulares como “La guerra de Afganistán ha terminado” nunca llegaron, por el contrario, la decisión de sacar las tropas estadounidenses de Afganistán ha significado un duro golpe de confianza para su gobierno. Organizaciones sociales pro-derechos humanos, líderes políticos y sociales han criticado abiertamente esta decisión.
La evaluación y crítica del proceder de los líderes se hace casi siempre a la sombra de la historia, desde una visión extemporal y se les enjuicia por sus resultados, es decir, acciones que al principio parecen prudentes, después pueden ser calificadas como irresponsables o negligentes y viceversa.
Es obvio que decisiones de este tipo, como el retiro de las tropas de Afganistán, no se toman a la ligera, sino que son el resultado de meses de deliberaciones y el consenso de varios actores e instituciones, además de que influyen variables determinadas por el momento histórico y no sólo los aspectos estrechamente relacionados con la crisis. Factores sociales, intereses políticos y económicos, entre otros, definirán las decisiones, el tipo de respuesta y la implementación de planes de actuación. Sin embargo, con frecuencia se atribuye la toma de decisiones a un solo hombre, ya sea gobernante, directivo o funcionario de alto nivel, por lo tanto, también la opinión pública lo culpará de las consecuencias de esas decisiones; aciertos y errores serán su responsabilidad.
Retirar las tropas de Afganistán y facilitar que los Talibanes tomen el poder podría ser la decisión histórica más trascendente de Joe Biden y tal vez condicione a su administración en decisiones futuras principalmente de política exterior y seguridad.
Hoy, la opinión pública internacional ha emitido muchos juicios, casi todos negativos, sobre la decisión de Joe Biden, tal vez porque hay un vacío de información debido a que su administración no ha podido justificar convincentemente las causas del retiro de las tropas de Afganistán a la luz de un nuevo contexto internacional. Calificar esta decisión como buena o mala aún es precipitado, el rumbo que tomarán los acontecimientos aún hoy es incierto, y tal vez ahí radica la principal preocupación, el miedo a la incertidumbre, al riesgo.
Hoy cuando se analizan los resultados de las decisiones tomadas durante una crisis se consideran dos aspectos: quién tomó la decisión y/o la valoración del resultado. Desde una visión histórica, los analistas por lo general califican el buen o mal manejo de una crisis por sus resultados evidentes, es decir si las decisiones condujeron al éxito o al fracaso; pero en un segundo enfoque también este análisis supuestamente objetivo basado en resultados cualitativos y cuantitativos, se puede llevar a cabo con un enfoque político y mediatizado en donde los resultados se matizan o alteran considerando la procedencia de quién tomó las decisiones y llevó a cabo las acciones. Aquí, a las decisiones se les dan connotaciones morales, ideológicas, contextuales, empáticas, a partir de las personas que están escribiendo la historia: La visión del grupo dominante o la visión de los vencidos.
Aunque la crisis de Afganistán es una de las más complejas de la historia reciente, y no hay muchas aristas para dudar de que la decisión fue cuidadosamente analizada antes de ser ejecutada, siempre es importante recordar que, durante una crisis, la toma de decisiones debe surgir de la experiencia, sentido común, información disponible, análisis de contexto social y político. Las decisiones que se toman durante una crisis dejan ver el tipo de organización (país, gobierno, régimen), valores, preocupación y responsabilidad social, recursos materiales y humanos disponibles, nivel de preparación del equipo de manejo de crisis, experiencia, formación profesional, rasgos psicológicos y de interacción grupal; y aspectos externos como reputación, relaciones institucionales (relaciones internacionales), interacción de fuerzas sociales e intereses, sin olvidar también la buena fortuna.
Sin bien es cierto, la historia nos enseña que las decisiones insensatas tomadas a juicio de una persona son más frecuentes de lo que debiera de ser, lo correcto es que surjan del consenso de un grupo de expertos con base en la experiencia, el sentido común, la información disponible y un cuidadoso análisis de la situación, sin embargo, esto no siempre es así, con frecuencia los gobernantes, directivos o líderes sociales actúan de manera autoritaria y toman decisiones personales que los subalternos se ven obligados a respetar por conveniencia política, económica, por temor a represalias o por no asumir responsabilidad frente al acontecimiento.
Los arrebatos y la insensatez de los que toman las decisiones son comportamientos indeseables pero frecuentes, debido a que el dinamismo de los acontecimientos durante una crisis obliga a tomar decisiones bajo presión en periodos acotados, con poca información disponible y ambientes de alta incertidumbre.
Cuando los principios con los que se toman decisiones son rígidos, se niega toda oportunidad a considerar las discrepancias y a ver las fallas, dificultando la realización de análisis sensatos y obstruyendo cualquier cambio de ruta. El autoengaño, los sesgos cognitivos, la soberbia y la testarudez de quien toma las decisiones a partir de su posición de poder puede convertir una crisis en una hecatombe de consecuencias impensadas. La insistencia de continuar con medidas torpes multiplica los daños, tornándose en una práctica autodestructiva. El estancamiento mental fija principios y límites de un problema.
Finalmente, es importante reflexionar sobre las variables: imagen y reputación de una organización y en el caso de un gobierno la legitimidad como consecuencia de la toma de decisiones. Estas variables son determinantes en la percepción del manejo de una crisis e influirán en cómo la gente perciba los resultados. El ambiente dinámico de una crisis provoca que la imagen y reputación estén constantemente cambiando, de ahí la importancia de una estrategia de comunicación y atención a las corrientes de opinión pública alrededor del acontecimiento, si la resolución no se percibe de manera favorable y se fortalece la imagen positiva de la organización o de un gobierno, la confrontación de visiones y la polémica serán variables que estarán siempre en acecho e influirá negativamente.
Una crisis es una oportunidad para ejercer un liderazgo con legitimidad. Pero también es ocasión para mostrar ceguera, incompetencia, autoritarismo o debilidad, actitudes frecuentes que avizoran el mal manejo de la crisis.
Las decisiones de Wiston Churchill ya han sido juzgadas y seguirán dando de que hablar…Las de Joe Biden aún son un acertijo que los analistas y críticos tratarán de juzgar a partir de sus frutos.