Ad hominem, la estrategia de comunicación detrás de la guerra sucia electoral
¿Por qué todos los candidatos a la presidencia apuestan a esta estrategia de comunicación? ¿En qué consiste? ¿Es eficaz?…
Este 7 de abril se llevó a cabo el primer debate presidencial entre los candidatos Jorge Álvarez Máynez, Xóchitl Gálvez y Claudia Sheimbaum. No hubo sorpresas, pero más allá de una que otra propuesta interesante de gobierno, los candidatos se dedicaron a atacarse entre sí con un formato rígido que impedía el contraste de ideas, pero este debate presidencial será un punto de partida para que la guerra sucia electoral se potencialice.
El actual proceso electoral de México se ha convertido en una guerra sucia de descalificaciones entre candidatos. Nunca en la historia, los aspirantes a la presidencia habían tenido tantos espacios en medios comunicación y equilibrio informativo en los noticiarios. Sin embargo, éstos no han sido utilizados eficientemente para exponer sus propuestas y programa de gobierno. Los spots de radio y TV se llenan con pueriles estribillos musicales y frases retóricas, pero principalmente se están usando para hablar del otro, para enviar ataques y mensajes difamatorios a sus contrincantes. Y esto no es exclusivo de algún partido, todos participan en esta guerra sucia.
La estrategia de comunicación ad hominem
La desacreditación de los candidatos por parte de sus contrincantes y detractores es percibida por la sociedad en general como algo casual o como una guerra sucia, que surge de manera natural al calor de la contienda. Sin embargo, detrás de cada ataque hay una elaborada estrategia de comunicación basada en lo que en la lógica se le llama argumentos ad hominem (Del latín: contra el hombre) que consiste en una figura retórica, un tipo de falacia que desacredita un argumento, no por el contenido del mismo, sino por el descredito de quien lo emite.
La estrategia de comunicación Ad Hominem tiene el objetivo de dañar la reputación y desacreditar al contrincante para que todo lo que diga carezca de valor y credibilidad frente a los electores. Se usa en todos los procesos electorales, ya que, a partir del descrédito del otro, se pretende hacer ver que un candidato es mejor que otro, o quizá demostrar quién es menos peor. Se atacan entre sí, no los argumentos ni a las propuestas, sino a quien los emite.
Estos argumentos ad hominem se construyen de la siguiente manera:
CANDIDATO A hace una propuesta de campaña
CANDIDATO B, quien es su contrincante, responde a CANDIDATO A con una afirmación negativa sobre su persona a fin de dañar su reputación y desacreditar sus argumentos y propuestas.
CANDIDATO B en lugar de debatir propuestas o señalamientos directos, apuesta a dañar la imagen de su contrincante e influir en la percepción de los electores de que el CANDIDATO A no está capacitado o no tiene autoridad moral para sostener sus argumentos y cumplir sus propuestas.
Esta figura retórica se ha convertido en la estrategia de comunicación más eficaz sobre las cual se construyen actualmente todas las campañas electorales de los candidatos presidenciales. Es tan poderosa que marca la agenda del día, genera tendencias en redes sociales, es el centro de la polémica post debate, pero, sobre todo, influye en el ánimo de los votantes, principalmente de los indecisos y de los menos informados.
La estrategia de comunicación ad hominem es mucho más que insultos espontáneos, frases ocurrentes o trascendidos periodísticos, responde a campañas estructuradas que parten de aspectos como el espionaje sobre los contrincantes, estudios sociológicos y de opinión de lo que la gente piensa y desea, construcción de mensajes breves y sencillos con una alta carga emotiva y una gran inversión en difusión y propaganda.
Independientemente de la profundidad de cada campaña, ésta tiene tres componentes principales:
Gestación
Se investiga, estudia y analiza el pasado del contrincante tratando de encontrar aspectos, características y percepciones impopulares en la reputación de la persona.
Posicionamiento
A través de distintas técnicas de comunicación se hace pública la información negativa, muchas veces de manera directa a través de propaganda política, discursos o declaraciones de los contendientes; otras veces se hace a través de terceros, mediante la filtración de información a medios de comunicación, o se construyen tendencias en redes sociales (se genera y expande un rumor)
Descrédito
Una vez que la campaña de desprestigio permeó en el inconsciente popular, frases como: “La Mafia del Poder”, “El Conservadurismo”, “Prian”, “El Clan”, “La Calca”, “La Narcocandidata”, “La Botarga”, adquieren más fuerza e influyen más en la decisión de los votantes que las mismas propuestas y programas de gobierno. Toda propuesta electoral de cualquier candidato, para ser procesada por los electores, tendrá que librar la batalla de las descalificaciones personales. De acuerdo con esta lógica, todo lo que digan los candidatos debido a su “supuesto pasado” o “dudosa reputación” será falso, carece de veracidad y por lo tanto no es confiable.
La trampa para el elector es que le será difícil distinguir la verdad o falsedad de los argumentos y propuestas, ya que el que alguien desacredite al orador no prueba nada sobre la falsedad o veracidad de lo que diga.
¿Habrá un cambio en la estrategia de comunicación de los candidatos presidenciales para el próximo debate o el tiempo que queda de la campaña electoral?
Difícilmente…